Dice mi mamá que casi nacía en un tren. Mis padres
vivían en México D.F. y decidieron que naciera en la frontera, así que mi madre
tomó el tren desde la capital hasta Ciudad Juárez. Creo que así ha sido mi vida,
como un viaje inesperado en un tren a más de 100 km por hora.
En mis primeros años de vida, mis papás, mi hermana
y yo vivimos en diferentes ciudades, ya que el trabajo de mi papá lo requería.
Creo que fue cuando terminé el cuarto de primaria cuando nos fuimos a vivir a
Mexicali, Baja California. Fue ahí donde invitaron a mi mamá a un grupo de casa
de mujeres donde tuvo un encuentro con Dios y empezó a congregarse en una
iglesia cristiana. Mi mamá insistió que fuera inscrito en la recientemente
instituida escuela primaria de la iglesia en Mexicali, y aunque ya no había más
cupo y no aceptaban a más niños, fuimos entrevistados por la directora tras la
insistencia de mi mamá. Cuenta mi mamá que hallé gracia con la directora, ya que
después de platicar conmigo, llamó al pastor de la congregación y le pidió que
me aceptaran, y a pesad de la objeción del pastor, terminó por
convencerlo.
Fue en este lugar en la calurosísima ciudad de
Mexicali donde empecé a escuchar de Jesús. Uno de mis nuevos amigos era hijo del
pastor de jóvenes y que dirigía la alabanza. Mi amigo y su hermano eran desde
entonces muy talentosos en la música y yo disfrutaba andar entre los tambores y
guitarras. Mi mamá fue cantante y gran parte de su familia son músicos por lo
que desde bebé estuve rodeado de música.
Mi mamá nos llevaba a la iglesia los domingos y a
mí me gustaba porque ahí veía a mis amigos de la escuela. Pasé quinto y sexto de
primaria, pero fue en primero de secundaria cuando creo que empecé a tomar mis
propias decisiones respecto a Dios y acepté a Jesús como mi salvador. En una
ocasión durante un servicio en la iglesia, recuerdo que cantábamos alabanzas
pero algo más sucedió. Yo percibía algo que no podía entender. Nos formaron a
los jóvenes de secundaria en una fila, hombro a hombro. Muchos de mis amigos
estaban cerca de mí en la fila. Recuerdo que el pastor oraba y ponía su mano en
la cabeza de los jóvenes de uno por uno, empezando al extremo de la fila a mi
izquierda. Recuerdo que casi todos tenían sus ojos cerrados. Muchos estaban
llorando, otros cantaban, y yo, pues tenía un conflicto en mi mente. Veía que
uno a uno se caían hacia atrás después de que el pastor oraba por ellos e
imponía su mano en sus frentes. Yo sentía algo poderoso, como si alguien
estuviera hablando a mi corazón, pero yo me preguntaba a mi mismo si era mi
imaginación y si los demás se dejaban caer a propósito y pensaba que si yo
también debía de caer porque todos los demás lo hacían. Cerré mis ojos y escuché
la voz del pastor que se acercaba a mí. Decidí poner mi cuerpo duro y no dejarme
llevar por lo que estaba sintiendo. Recuerdo abrir los ojos y ver a los jóvenes
caer a mi alrededor al piso como inconscientes. Yo me quedé parado y no me quise
mover.
En aquel entonces fue cuando tuve mis primeros
encuentros con el cigarro, el alcohol, y con el mundo del rock. Debo decir que
mis padres siempre me amaron y nunca me faltó nada material, aunque mi vida iba
como en un tren que daría un cambió de dirección inesperado: mis papás se
separaron y mi mamá nos llevó a mi hermana y a mí a vivir a El Paso, Texas.
Fue en El Paso donde tuve un impactante encuentro
con mis nuevos amigos: Metallica, Guns n Roses, Testament, Megadeth, y tantos
otros grupos de rock que cautivaron mi vida. Terminando la secundaria y durante
la preparatoria, no tardé mucho en empezar a tocar en bandas de rock, a tocar en
bares, cafés y fiestas. Salía a los antros a tomar hasta el amanecer. Aunque mi
papá y mi mamá ya estaban juntos en casa y yo seguía estudiando y teniendo
buenas calificaciones, utilizaba toda mi energía en las bandas de rock en las
que tocaba. Cuando me gradué de la prepa, entré a la universidad a estudiar
música. Fue entonces cuando decidí que el tren que ya controlaba mi vida tomara
un cambio de vías hacia un túnel, profundo y obscuro.
Durante los años que estuve en la universidad, me
vi sumergido completamente en un abismo creado por mis ganas de sobresalir en la
música, las drogas, y el ambiente de la vida de noche. Pasé muchos años
navegando en este siniestro mundo de la fiesta interminable, tocando en los
antros de Ciudad Juárez, y viviendo una vida desbocada como si el tren en el que
viajaba no tuviera frenos. Aunque había una voz que me llamaba a voltear hacia
arriba, yo me escondía y prefería escuchar música. Prefería pasar días jugando
video juegos. Mi vida era la música y la fiesta, y no había espacio para nada
más. Mis sueños de grabar con una disquera y sobresalir en la música se
cumplieron. Cumplí mi sueño de tocar en el bar “Rockotitlan” en el D.F., donde
empezaron muchas de mis bandas favoritas en México. Viajé y conocí muchos
lugares en México y en Estados Unidos. Trabajé y experimente toda clase de
placeres que el dinero puede comprar, pero por más que quería llenar mi corazón
de todas estas cosas, cada vez me sentía más miserable en mi propia inmundicia.
Teniéndolo todo, no tenía nada. Todo se trataba de mí y para mí, así que nadie
podía decirme lo que tenía que hacer, ni aún mi mamá, que todos estos años me
hablaba de Dios y por las noches pasaba horas orando por mí. Mi vida era un tren
que no frenaba y cometí grandes pecados y terribles errores que tuvieron un
impacto devastador en mi vida. Encontré a la mujer que ahora es mi esposa, con
la cual formamos una familia con nuestras dos hijas. Aunque tener a mi esposa e
hijas parecía ser una buena fórmula para encontrar estabilidad y felicidad en mi
corazón, mi tren ya estaba destinado a llegar al final de las vías, rumbo a un
puente que había quedado sin terminar en medio de un precipicio hacia el abismo.
Fue en Marzo del año 2008 cuando este tren paró por
primera vez. Fueron unos quince años después de haber sentido la presencia de
Dios aquella vez en Mexicali cuando el pastor estaba orando por los jóvenes.
Quince años que mi madre se quedaba orando cada día y por noches enteras, y de
rodillas, por su hijo que se había desviado. Quince años de hacer lo abominable,
de vivir haciendo mi voluntad, de vivir sin temor a Dios. Mi vida ya estaba en
pedazos, mi matrimonio destruido, mis hijas sufriendo por este ambiente de
maldad y todo el tren que mi vida era, empezando a caer al precipicio. En esa
tarde del año 2008, mi esposa y mis hijas, por obra de Dios, se habían acostado
a dormir desde temprano y no despertaban. Yo estaba en la sala de la casa,
cuando claramente escuché la voz de Dios que me dijo: “Jesús Balderrama…¿Qué
estás haciendo?” Al oír esa voz, caí de rodillas, revolcándome en el suelo.
Estaba completamente aterrorizado de escuchar la voz de Dios, de aquel del cual
me había escondido todos estos años. Por horas durante esa noche, Dios me mostro
mi vida como una película. Me mostró las veces que Él había salvado mi vida, justo cuando iba a morir. Me
mostro imágenes de los pecados que había cometido. Lloré en tremenda agonía al
sentir, por primera vez en mi vida, vergüenza y repugnancia por el horrible
pecado que había hecho. Lloraba al confirmar que Dios siempre me estuvo
observando. Mientras El Señor me mostraba mis pecados, le preguntaba si
realmente Él me perdonaba cada uno de ellos. Él me decía que si.
Después de varias horas en la presencia del Señor,
me metí a bañar para irme a trabajar, ya que ya casi amanecía. Había estado
desde las 8 pm de la noche anterior y mi esposa e hijas nunca se despertaron. Me
fui a trabajar y lo primero que me di cuenta es que no había fumado ni un
cigarro en toda la mañana. No es para más decirte que yo era adicto al cigarro
desde que estaba en la preparatoria, así que pues casi no lo podía creer que ya
no estaba fumando, así que fui a la tienda a comprar un cigarrillo. Lo prendí y
me lo llevé a la boca, y me di cuenta que realmente no necesitaba fumar. La
noche anterior, Dios me hizo libre de todas mis adicciones. Jamás volví a
drogarme, a tomar alcohol y a fumar. Mi esposa llevaba un mes asistiendo a un congregación en Ciudad Juárez. Al siguiente domingo, yo ya estaba
presentándome con uno de los pastores de la congregación, explicándoles que Dios me
había llamado a servirles.
A partir de este encuentro con El Señor Jesús, mi
vida se ha movido en lo sobrenatural. Es Dios el que tiene las riendas de mi
vida. Dios no solo restauró lo que estaba destruido, sino que ha edificado una
vida que simplemente jamás había experimentado. Dios sanó mis riñones los cuales
desde la preparatoria me fallaban al padecer gota. Mi esposa, la cual
medicamente no podía tener más hijos, quedó embarazada, y hoy tenemos a un
hermoso bebé varón, solo por el poder y amor de Dios. Dios escuchó el clamor de
mi mamá por más de quince años y me habló de tal manera que no podría negarme.
Mientras escribo este, mi testimonio, aún puedo sentir la voz de Dios revotando
dentro de mí.
Tiempo después le pregunté a mi Señor que porqué
tuve que pasar tanto tiempo y por tantas cosas tan terribles, si al fin Él me
habló y me hizo saber que Él es real. Creo que Dios no tenía que contestarme si
no hubiera querido, pero lo hizo. Me dijo: “Yo toqué la puerta de tu corazón, y
yo estaba listo para darte algo, pero tú no quisiste recibir.” Fue entonces
cuando recordé ese momento en Mexicali, cuando endureció mi corazón, y aun que
sentía la presencia de Dios, no quise caer al piso, no quise rendirme ante Dios,
no quise recibir lo que Él quería darme. Creo que la segunda vez habló más
fuerte…
Dios es siempre fiel, y sus misericordias son para
siempre. Él me arrebató de las mismas garras del infierno y tuvo misericordia de
mí. Ha puesto luz donde solo había tinieblas. Ha puesto salud donde había
enfermedad. Ha puesto amor donde había rencor. Me ha hecho libre, libre para
conocerle, libre para servirle a Él. Ahora estoy en sus manos para representar Su reino aquí, en un mundo corrompido y necesitado de Dios. Dios me dió el
privilegio de servirle en el ministerio de la música en
Vino Nuevo en Ciudad Juárez por más de diez años. Cada día ha sido una nueva e increíble aventura.
Dios no me ha dejado de sorprender con su poder, su sabiduría, su paciencia y
sobre todo, con su amor.
Dios me ama tanto, que aun siendo el peor de los
pecadores, mandó a su unigénito Hijo Jesús a morir cruelmente en la cruz Él
jamás pecó en los 33 años que vivió antes de ser crucificado. El Señor Jesús
pagó el precio que yo merezco por mi inmundicia. Él pagó por mi vida, y ahora le
pertenezco. Ahora que entiendo que Él murió por mí, sin que yo lo mereciera,
estoy dispuesto a vivir y padecer por Él. Mi vida misma no la estimo lo
suficiente como para compararla con Él. El mismo aire que respiro me satura de
su presencia.
Ahora Dios ha puesto una carga en mi corazón a
hablarles a todos los músicos y aficionados a la música, amigos y conocidos con
los que conviví durante todos estos años en el ambiente musical cuando estuve
lejos de Dios.
Quizá te identifiques un poco con mi vida pasada,
tal vez no. Sin embargo, la biblia dice que todos hemos pecado, y por tanto,
estamos separados de la presencia de Dios. Si tú has robado, aunque sea una
pluma, si tú has contado mentiras, aunque sean mentiritas piadosas, si tú has
tenido pensamientos sexuales fuera del matrimonio, hetero u homosexuales o has
visto pornografía en tu pc, si tú has envidiado a otra persona, si has
desobedecido a tus padres aunque sea una vez, si has matado, si has adorado a
algo o alguien que no sea Dios, ya sea la música o los video juegos…Si tú has
hecho estas cosas, tú has pecado en contra de Dios, el cual es Santo y
Completamente bueno. Has faltado a la ley de Dios, tu creador. Solo si te
arrepientes de corazón y le pides al Señor Jesús que te lave con su sangre
preciosa, puedes ser hijo de Dios y saber que eres salvo y que pasarás la
eternidad en el cielo a su lado. Si no estás dispuesto a hacerlo, entonces tu
pecado llevará la condena que te llevará al infierno por la eternidad. No hay
otra opción, no hay un purgatorio, no hay reencarnación, no hay otro camino. El
Señor tocó la puerta de mi corazón y si has leído hasta este renglón,
probablemente esté tocando el tuyo también. No endurezcas tu corazón. Busca un
lugar a solas, y clama a Él. Pregúntale si es real. Acércate a Él, arrepiéntete
de tus pecados, y entrega tu vida a tu creador.
Mi nombre es Jessie Balderrama, vivo en la frontera El Paso Texas/Ciudad Juárez con mi hermosa esposa e hijos. Sigo sirviendo a Dios en las misiones que Él ha puesto para mi. Si quieres hablar de cómo puedes ser tu también salvo y libre, contáctame; estoy para servirte. ♥