Para los que seguimos al Señor Jesús, cada día, sin excepción, somos confrontados con algo nuevo y poderoso. Es como cuando de niños esperábamos con emoción por que el día siguiente sería nuestro cumpleaños, o navidad, o vacaciones. Sabíamos que algo bueno había para nosotros. Dios dice en su palabra que “sus misericordias son nuevas cada mañana” (Lamentaciones 3:22-23.)
Ah, pero este regalo que Dios pone en nuestras manos cada mañana viene envuelto y empaquetado directamente desde el trono de gracia, y a veces muy bien empaquetado. En ocasiones ni siquiera parece lo que estamos esperando y hasta su aspecto es desagradable, al menos a primera vista. Es por eso que Dios quiere que veamos las cosas con fe: la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1.)
¿Tendrás algo para mi, Señor? Esta no es la pregunta correcta. Dios no falla y no miente. Las misericordias de Dios están listas cada día: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa de Jehová moraré todos los días.” La pregunta que debemos hacernos tiene más que ver con la segunda parte de este versículo en el Salmo 23: ¿Qué quieres de mí Señor para que yo pueda estar en tu presencia y morar en tu casa todos los días?
¡Yupi!, diríamos al abrir los regalos en nuestro cumpleaños. En esto consiste el abrir el paquete: con los ojos de un niño o una niña debemos de recibir lo que Dios tiene para nosotros ya que en verdad son tesoros maravillosos y eternos. El Señor Jesús nos dice en Lucas 12:34 que donde está nuestro corazón, ahí también está nuestro tesoro. Las circunstancias y retos que Dios pone en nuestra vida cada día son misericordias de su parte, las cuales tienen primordialmente, entre otras funciones, el que nuestro carácter sea moldeado según la imagen del mismo Señor Jesús y el ser de bendición para otras personas. ¡Lo que Dios deposita en tus manos cada día tiene peso en oro celestial! Son tesoros eternos que no se destruyen. Los tesoros que se quedan en el mundo si son corruptibles y temporales. El aceptar con fe lo que Dios te presenta cada día determinará el galardón o recompensa que recibiremos para la eternidad. En la primera epístola del apóstol Juan, versículo 8, encontramos una advertencia: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdamos aquello por lo que hemos trabajado, sino que recibamos galardón completo.” Debemos estar atentos de ser fieles siervos de Dios cada día.
El aceptar estos retos, aun cuan difíciles y complicados sean, nos hacen ejercer nuestra fe, lo cual agrada a Dios. Es muy diferente decir que tenemos fe en Dios y quedarnos parados a el caminar hacia adelante a pesad de que parece que entraremos a una tormenta o callejón sin salida. El Señor nos dice en Hebreos 10:38: “Mas el justo vivirá por fe, y si retrocediere, no agradará mi alma.” También Él nos dice en Santiago 2:26: “la fe sin obras está muerta.”
Aceptemos lo que Dios nos presenta cada día, sean pruebas complicadas, terribles problemas, incluso ataques del enemigo. Todo es permitido por Dios y esta sellado con el propósito de transformar nuestro carácter gloriosamente y permitirnos el servirle a Él. Usemos las armas que Dios nos ha dado para resistir el golpe inicial, buscarle y agradarle a Él al decirle que somos dependientes de Él y no de las circunstancias que enfrentamos. Veamos con ojos de un niño que abre su regalo…con ojos de fe.
Porque la paciencia os es necesaria; para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poco de tiempo, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. HEBREOS 10:36-37
Dios te bendiga poderosamente...
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